Otra importante orden religiosa que llegó en los primeros años de la conquista fue la franciscana. La orden llega al Perú recién en 1542. Esta orden destacó entre las demás por su vocación misionera. Los franciscanos llegaron hasta los lugares más recónditos del virreinato con la finalidad de llevar la palabra de Dios a todos los indígenas, ya que no se conformaban con los centros de enseñanza ubicados en las parroquias o en las reducciones. La labor franciscana no se centró solo en la evangelización, sino también en la enseñanza de labores agrícolas y al aprendizaje del castellano.
La orden agustina arribó al Perú en 1551. Su rápido desenvolvimiento le permitió crecer rápidamente, es por ello que en menos de diez años tuvo iglesias y conventos en las principales regiones del virreinato. Abocada al igual que sus pares a la evangelización indígena, tuvo un papel preponderante en la conversión de los curacas y hombres principales de los ayllus descendientes de los incas. Uno de los principales representantes de la orden es sin duda Fray Antonio de Calancha, autor de una extensa crónica sobre las acciones agustinianas en el virreinato peruano. Los agustinos fueron una de las órdenes que más se dedicaron a la extirpación de idolatrías en los Andes. Sobresale en esta labor Alonso Ramos Gavilán, quien realizó una exhaustiva búsqueda de información sobre los cultos locales y manifestaciones religiosas andinas.
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